El 7 de noviembre de 2022 escuché por primera vez el nombre del que iba a ser el cáncer que me acompañaría los siguientes meses de mi vida, se llama linfoma de Hodgkin y seguidamente a este nombre llegaron las palabras que serían mi tabla de salvación durante todo mi proceso: es CURATIVO.
Recuerdo cada palabra, nombre, gesto y entonación de la hematóloga mientras me relataba en qué consistía ser paciente de linfoma de Hodgkin.
Una vez leí que el linfoma de Hodgkin es un cáncer oculto bajo síntomas comunes y eso fue, al menos en mi caso, lo que atrasó tanto mi visita al médico. En mi caso, me detectaron una masa ganglionar ubicada alrededor de la zona torácica y clavicular interna. Yo nunca percibí al tacto ni visualmente ningún bulto, lo mío era todo a nivel interno y lo detectaron a través de unos síntomas que yo llevaba notando hacía meses, como sudoraciones nocturnas intensas, presión en el pecho y cuello, pérdida de peso acelerada y sin sentido, cansancio, décimas de fiebre por la tarde e hinchazón de ojos.
Después de asistir al médico para una revisión, a las dos horas de esa visita, estaba ingresada en la UCI del Hospital Quirón de Barcelona.
Recibí muchas explicaciones técnicas y científicas de mi enfermedad en muy poco tiempo. Durante 20 días en el hospital tuve que descubrir, entender, asimilar y reaccionar a lo que estaba sucediendo. El primer paso para mí, y más importante, fue cuando pronuncié las siguientes palabras: TENGO CÁNCER, y eso no te lo enseña nadie, eso lo aprendes tú y cuando lo haces sabes que la carrera hacia delante ha empezado.
Los factores de riesgo emocionales del linfoma de Hodgkin, bajo mi propia experiencia y corroborado por algunos especialistas del hospital, existían y habían sido en gran parte los culpables del crecimiento de esta enfermedad. Yo llevaba prácticamente un año pasando por situaciones complicadas que me hacían sentir triste, enfadada, estresada, apática y así sucesivamente durante todo ese tiempo. Los síntomas cada vez eran más exagerados y paralelamente igual de exageradas eran las emociones que mi día a día y mi situación me estaban provocando.
Nunca he dudado que mi enfermedad creció a medida que crecían mis problemas o al menos la manera en que los estaba gestionando emocionalmente. Siempre he creído que un cuerpo sano solo reside en una mente sana, pero hay situaciones en la vida que no te permiten hacer más de lo que estás haciendo por ti, y ese fue mi caso. Cuando la palabra cáncer se asoció a mi nombre en un informe médico, más que nunca entendí que parte de mi salvación en este proceso residía en mí, era mi responsabilidad gestionar mis emociones. Fue ahí cuando empezó mi asignatura más importante, mi afán por entrenar, cuidar, respetar y darle la importancia y lugar que se merece la gestión de las mismas.
Para ello empecé a interesarme mucho por las emociones relacionadas con las enfermedades y, aunque el origen del linfoma de Hodgkin aún hoy en día no está claro y lo que se sospecha es que pueda iniciarse por un tema vírico, estoy convencida de que el desarrollo de mi enfermedad fue provocado por un tema emocional mal gestionado. Se sabe científicamente que el ser humano desprende una substancia llamada cortisol que nos ayuda a preparar el cuerpo frente una situación de alerta y es por ello por lo que, cuando vivimos en una situación prolongada en el tiempo de ansiedad y estrés, podemos intoxicarnos de esta substancia y esto afecta negativa y directamente a nuestro sistema inmunológico.
Tuve que desarrollar un sexto sentido conmigo misma que me ayudara a conocerme y entenderme con mayor rapidez ya que de ello estaba y estoy segura de que depende gran parte de mi recuperación. Las emociones y su apropiada gestión me ayudaron a salir del hospital con una sonrisa y con unas ganas grandiosas de superar esta enfermedad, a llorar cuando lo necesité en el momento de llegar a casa y ver que mi vida había cambiado de repente, a sobreponerme rápidamente y buscar una nueva rutina para este nuevo episodio de mi vida, a desahogarme hablando horas y horas con aquellos que me quieren, a sentirme bien hablando de mi situación, a aceptarla y respetarla, a limitar mis pensamientos negativos, a levantarme cada mañana, a darme margen, a controlar el miedo aceptando que lo tengo. Resumiendo: a sentirme bien en medio de la tormenta.
Cuando hablo con mis amigos y familiares, hay una cosa que siempre les ha sorprendido desde un inicio y es la respuesta que les di ante la famosísima pregunta del “¿POR QUÉ A MÍ?” Todos ellos me preguntaban: ¿No tienes rabia? ¿No te preguntas por qué a ti? Y les dije, sí, me lo pregunté una vez en el mismo instante que me dieron el diagnóstico, pero no volví a hacerme esa pregunta, sencillamente porque al segundo encontré la respuesta, ¿Y POR QUÉ NO A MÍ? ¿QUIEN SOY YO PARA QUE ESTO NO ME SUCEDA A MÍ? Y con estas dos preguntas, contesté a la primera.
Creo enormemente que estas respuestas fueron las que me han hecho vivir esto sin rabia, sin sentir la situación como injusta, sin sentirme diferente negativamente, sin pasarme los días pensando en que yo no merezco esto, estas respuestas me dejaron libre para continuar este camino enfocándome en las preguntas que realmente sí que tienen sentido y sí que sirven para algo positivo. Gasto mi energía en trazar un nuevo plan cada día, que me ayude a crecer como persona en la adversidad, a pensar qué me aporta de bueno esta situación porque, aunque a muchos de los que estáis leyendo esto os puedan parecer una locura estas últimas palabras, todo este difícil camino igual que cualquier otro, aporta muchas cosas BUENAS.
En mi caso, he descubierto que la gente que se ha quedado a mi lado es para toda la vida y tenemos un vínculo muy especial y, la que no, agradezco inmensamente que ya no esté. He aprendido a empatizar mucho más y ser más cercana, ahora intento buscar, hacer y valorar las pequeñas cosas que me hacen feliz, a conocer mis límites, a perder el miedo, a no vivir como un robot, a pensar que quiero a partir de ahora, a superarme y, en definitiva, a tener tiempo para ordenar, reorganizar y crear un nuevo futuro.
Y con esto no quiero decir que no tenga mis días nublados, claro que los tengo. Pretender ser perfecto solo causa más presión, estrés y frustración, por eso me permito llorar cuando lo necesito, sentirme decaída cuando los efectos de la quimioterapia no me dejan ser yo misma, enfadarme cuando veo que mi pelo se cae o cuando tengo que ir prácticamente cada semana al hospital, asustarme cuando aparece algún síntoma nuevo en mí que no conocía y tantas otras situaciones con las que no me apetece convivir, pero vivir esto también es parte del aprendizaje así que negarse a ello solo dificulta más el camino.
Es importante destacar que el impacto emocional de esta noticia no te afecta solo a ti, sino que también a todo tu entorno más cercano, aquella gente que te quiere de una manera incondicional, y es por eso que nunca estás solo, de una manera u otra lo sufres y lo sufren, lloras y lloran, vas asumiendo y ellos contigo también, vas avanzando y ellos a tu lado. Por momentos finges que todo está bien y ellos te sonríen cuando quizá no sea lo que más les apetezca. Es cierto que una noticia así cambia el carácter de las personas, hay momentos de sufrimiento asegurados, se viven momentos de estrés, ansiedad e incertidumbre esperando resultados positivos durante todo el proceso, y cada sesión de quimioterapia es una menos para finalizar, pero una carga más para tu cuerpo.
Los abrazos son las palabras de los silencios y ahora nos damos muchos, nos decimos más que nunca te quiero y la complicidad entre todos nosotros es mucho más mágica.
Artículo redactado y validado por:
Alexandra Plaza Martínez
Paciente con Linfoma de Hodgkin
Suscríbete a nuestro boletín de noticias y te enviaremos recursos e información sobre los últimos avances en oncología
SuscríbeteLa información proporcionada en conviveconelcancer.com ha sido planteada para apoyar, no sustituir, la relación directa que existe entre el paciente/visitante de este sitio web y su propio médico o cualquier otro profesional. Si tienes problemas de salud, debes consultar siempre a tu médico y personal sanitario competente.