Según nos indica el National Cancer Institute, si estás acompañando a un familiar o a un amigo que tiene cáncer, te puedes considerar un “cuidador”. Tanto sea el ayudar a hacer la compra o preparar la comida, coordinar y acompañar a la persona a las visitas al médico y a los diferentes tratamientos o el dar un apoyo emocional o espiritual, todos son actos de un “cuidador”.
En general, nos fijamos en la persona que padece el cáncer, pero muy pocas veces paramos atención en su entorno y en las personas que la acompañan o en las situaciones que surgen en esa condición. Hay que tener siempre presente que el acompañar y cuidar una persona con cáncer puede ser muy estresante.
Podemos sentirnos sobrepasados o abrumados por todo lo que creemos que tenemos que hacer.
Hay situaciones en las que se requiere una atención continuada que generan estrés y agotamiento.
El cáncer es una enfermedad grave y los tratamientos también pueden generar situaciones extremas. Con ello, es muy lógico el sentir miedo e incertidumbre por las situaciones que se pueden generar.
El acompañar a una persona con cáncer puede hacer que cambie el rol o el tipo de relación que establecemos con ella. En ocasiones, es una situación que se vive mal.
En ocasiones, los costos de la atención o la dificultad para trabajar del cuidador o de la persona con cáncer pueden ocasionar unos problemas económicos que son una fuente importante de estrés.
Podemos sentirnos solos ante toda una situación abrumadora que tenemos delante.
Por otro lado, podemos tener la sensación de que no podemos estar solos con nosotros mismos y que necesitamos nuestro tiempo y nuestro espacio.
En ocasiones, podemos sentirnos mal por no poder hacer más de lo que hacemos o de lo que creemos que los demás están esperando de nosotros.
Aunque todas estas cosas son comunes en las personas que acompañan a una persona con cáncer, hay cosas que se pueden hacer para reducir sus posibles efectos adversos.
Es importante el reconocer las señales de advertencia del estrés y no pensar que cuando pase la situación ya lo solucionaremos; es decir: hay que actuar desde un inicio.
Hay que pedir ayuda cuando tengamos la sensación de que estamos sobrepasados. Es tremendamente útil el exteriorizar nuestros sentimientos con alguien de confianza. Si no podemos, hemos de darnos permiso para llorar o expresar las emociones que sentimos; aunque sea a solas.
Cuando la situación lo permita, hay que hacer relevos en los cuidados.
Hay que pedir toda la información que creamos necesaria a profesionales de la salud cuando tengamos dudas o tengamos sentimientos de incertidumbre.
Es fundamental el identificar las situaciones que nos producen más sufrimiento. No hay que evitarlas de entrada y hemos de pensar en las cosas que pueden mejorar la situación y en las prioridades. También hemos de darnos el permiso de decir “no” a algunas situaciones que no queramos hacer.
Además de cuidar, cuidémonos. Tanto física como anímicamente y tomarnos el tiempo para nosotros que, realmente, necesitemos.
Recordemos que lo estamos haciendo lo mejor que podemos.
Finalmente, no tardemos en consultar a un profesional si la situación se está convirtiendo en un problema.
Artículo redactado y validado por:
Dr. Jordi Vila
(Médico de Familia y homeópata). Área de ecomedicina y medicina de la complejidad en Imohe.
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