Cuando un paciente oncológico va a someterse a un determinado tratamiento para su enfermedad, le surgen una serie de incógnitas de gran trascendencia. A la inherente incertidumbre acerca de cuál será la respuesta al tratamiento oncológico, se une la de los posibles efectos secundarios que pueden aparecer.
En primer lugar, es fundamental considerar que se dispone de un perfil muy variado de tratamientos para el cáncer, con formas de administración y mecanismos de acción diferentes, y por ello, de igual manera, con un perfil distinto de eventos adversos.
De forma global, existen una serie de toxicidades que aparecen con relativa frecuencia, independientemente del tipo de tratamiento.
La astenia, o fatiga, es el síntoma más frecuente que padecen los pacientes oncológicos. Representa una sensación persistente y subjetiva de cansancio, ya sea a nivel físico, emocional o cognitivo, que puede estar relacionado con el propio cáncer o bien con el tratamiento oncológico recibido.
Hay que tener en cuenta que hasta un 40% de pacientes presentan este síntoma al diagnostico, pero se llega a un 80-90% durante la fase de tratamiento. La astenia limita de forma clara la calidad de vida, en todas las esferas, de los pacientes oncológicos, y puede persistir incluso una vez finalizado el tratamiento.
No se ha demostrado que exista ningún tratamiento farmacológico eficaz para el manejo de esta sintomatología, a excepción de tandas de corta duración de corticoides, en casos muy seleccionados, y siempre bajo el criterio de su médico responsable. Sí existe consenso en el posible papel de herramientas como yoga o meditación, para mitigar el impacto en calidad de vida.
Ha sido considerado como uno de los efectos adversos más frecuentes y temibles del tratamiento con quimioterapia. En los últimos años, no obstante, con la introducción de adecuadas medidas de soporte de premedicación que se administran previo al inicio del tratamiento, se ha conseguido disminuir tanto la frecuencia como la severidad de esta toxicidad.
Se han de considerar como posiblemente relacionadas con el tratamiento, las náuseas/vómitos que aparecen en las horas/días inmediatos a la administración de quimioterapia, como las que aparecen de forma más tardía días más tarde. Entre los fármacos empleados para la prevención y también el tratamiento de dicho efecto adverso se encuentran los antagonistas de la serotonina (ondansetron, granisetron), antagonistas de la dopamina (metoclopramida), los inhibidores de NK1 (aprepitant, fosaprepitant) o los corticoides.
La alopecia es un efecto secundario de diferentes fármacos quimioterápicos, pero también frecuente en caso de radioterapia a nivel cerebral. Habitualmente, la caída del cabello es un efecto adverso que aparece de forma diferida a las semanas de inicio del tratamiento, y potencialmente reversible con el paso del tiempo, una vez se haya finalizado dicho tratamiento. Como medidas de soporte, pueden emplearse con eficacia modesta fármacos como minoxidilo.
Es importante remarcar que la posible toxicidad de un determinado tratamiento tendrá una serie de particularidades que deberán ser informadas de forma detallada por su oncólogo.
Una vigilancia atenta a los posibles efectos adversos y una identificación temprana resultan por tanto cruciales para su adecuado y exitoso manejo.
Si necesitas más información sobre los efectos secundarios y cuando deberías ir a urgencias, puedes leer nuestro post “Cuando acudir a urgencias si estoy recibiendo tratamiento de quimioterapia”
Artículo redactado y validado por:
Dr. Alejandro Navarro
Médico Oncólogo. Grupo de Oncología Torácica. Hospital Universitario Vall d'Hebron.
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